La experiencia empezaba en la cocina: un pasillo de bandejas industriales convertidas en altares botánicos. Pimientos flotantes, berenjenas, repollos y uvas componían una escenografía viva, donde lo crudo y lo comestible marcaban el primer gesto.

Al subir, la mesa florecía como un jardín elevado. Ramas bordó, flores silvestres, frutas colgantes y manteles teñidos en tonos tierra creaban un paisaje exuberante. Todo hablaba de lo mismo: comida, naturaleza y comunidad, en una celebración que se vivía con todos los sentidos.

Fotos : Irina Khatsernova

Organización : Sofía Willemoes y Mariano Repetto